El cuerpo ausente: sesgos de género en la ciencia y la medicina

A lo largo de la historia, las mujeres han sido sistemáticamente excluidas de los espacios donde se produce conocimiento. En la ciencia, y particularmente en la medicina,  esta exclusión no solo ha limitado su participación, sino que ha tenido consecuencias directas en su salud y bienestar. El problema no es menor: se sabe menos sobre los cuerpos de las mujeres. 

Durante siglos, la idea de que las mujeres no eran capaces de producir conocimiento “objetivo” o “racional” justificó su marginación. Como resultado, la mayoría del conocimiento científico actual ha sido construido desde una perspectiva masculina. Esto ha generado una brecha profunda: las mujeres siguen siendo tratadas, investigadas y diagnosticadas como si fueran hombres.

El genetista Sharon Moalem, en su libro El factor X: sobre la superioridad genética de las mujeres, explica que los cromosomas sexuales XX y XY no solo definen los caracteres sexuales, sino que también influyen en muchas otras cosas como la resistencia a enfermedades, la longevidad y el sistema inmunológico. Moalem sostiene que contar con dos cromosomas X otorga una ventaja biológica: más diversidad genética que se traduce en más herramientas para enfrentar enfermedades y un sistema inmune más resistente (2021: 202). Por lo tanto, no solo hay diferencias entre los cuerpos de ambos sexos, sino también en cómo se comportan y reaccionan sus órganos, tejidos y células. 

Sin embargo, a pesar de que estas diferencias genéticas entre los sexos son conocidas, la medicina moderna sigue centrando sus investigaciones en cuerpos masculinos. En la mayoría de los ensayos clínicos se utilizan solo tejidos, células y/o animales no humanos de sexo masculino, lo que deja enormes vacíos de conocimiento. Sabemos más sobre la salud de los hombres que sobre la de las mujeres, y cuando ellas reaccionan de forma distinta a los mismos tratamientos, los médicos se ven obligados a estimar, o peor aún, a adivinar las dosis adecuadas (Moalem 2021: 17, 117).

Antes de seguir con este tema, es pertinente hacer una aclaración que el propio Moalem señala al inicio de su libro: los cromosomas sexuales no determinan el género de las personas. El género es una construcción social que abarca una amplia gama de identidades y expresiones. Cuando se habla de personas con cromosomas XX o XY, se hace generalmente referencia a mujeres y hombres cisgénero, pero es importante recordar que las identidades de género son mucho más diversas y no dependen de características genéticas y biológicas.

Retomando el sesgo en la medicina, este desconocimiento sobre el cuerpo de las mujeres en la ciencia no es accidental, ya que responde a una lógica que asume que el cuerpo masculino es la norma. El resultado es que los cuerpos femeninos siguen siendo “otros”, secundarios, invisibles.

Un ejemplo claro es el síndrome de Yentl, un término usado para describir cómo las mujeres son mal diagnosticadas porque sus síntomas no coinciden con los “modelos masculinos” establecidos. En enfermedades cardiovasculares, por ejemplo, las mujeres pueden presentar dolor en el estómago, náuseas o fatiga, síntomas que no suelen asociarse con un infarto. Por eso, muchas veces no son diagnosticadas a tiempo y corren mayor riesgo de morir (Hospital George Washington, 2025).

Estudios como los de Ariza (2016) han mostrado que la cardiopatía isquémica afecta de manera distinta a hombres y mujeres, especialmente durante la menopausia, cuando la disminución de estrógenos aumenta el riesgo cardiovascular. El corazón femenino late de manera diferente, tiene otro ritmo y responde de forma distinta a ciertos fármacos. No tomar en cuenta esto puede ser fatal. De hecho, algunos medicamentos han sido retirados del mercado por causar arritmias mortales en mujeres (Moalem 2021: 185).

La exclusión de las mujeres en los distintos niveles de la investigación médica no solo afecta la práctica clínica: también condiciona cómo se enseña la medicina. Para revertirlo, se necesitan cambios estructurales:

  • Incluir sistemáticamente sujetos, tejidos y células femeninas en los ensayos clínicos.

  • Considerar las diferencias genéticas y fisiológicas en el diseño de medicamentos y tratamientos.

  • Aumentar la participación de mujeres investigadoras, esto para evitar que los cuerpos femeninos sigan siendo analizados desde una mirada masculina.

Aunque en 1987 la FDA emitió lineamientos para promover la inclusión de ambos sexos en estudios clínicos, estos siguen siendo recomendaciones más que obligaciones. Hasta que no se vuelvan exigencias reales, las desigualdades persistirán.

Asimismo, es importante reconocer que la falta de conocimiento sobre el cuerpo y la salud de las mujeres no es solo un problema técnico; es también una cuestión epistemológica. Hay que cuestionarnos por qué el conocimiento que tenemos hoy en día es como es: ¿quién puede y no producir conocimiento?, ¿desde qué perspectiva se está produciendo?, ¿financiado por quién?, ¿la ciencia es realmente objetiva, neutral y universal o está influenciada por intereses y poder?

La filósofa Sandra Harding ha señalado que la ciencia moderna es androcéntrica, es decir, se ha construido desde la experiencia, los intereses y las preguntas de los hombres. Desde esta perspectiva, las epistemologías feministas proponen un cambio profundo: reconocer que el conocimiento siempre se produce desde un lugar, y que incluir otras experiencias, como la de las mujeres,  no debilita la ciencia, sino que la hace más completa.

Si las mujeres continúan siendo marginadas en la generación del conocimiento, se perpetuará una medicina que las desconoce y las pone en riesgo. No se trata solo de incluir más mujeres investigadoras, sino de transformar la manera en que se hace ciencia. Se requiere reconocer que el conocimiento científico no es neutral y que la perspectiva de género no es un añadido, sino una necesidad para producir saberes más justos y efectivos.

Mientras el cuerpo masculino siga siendo el punto de referencia, la medicina seguirá siendo parcial. Las mujeres no son una excepción: son la mitad de la humanidad. Y la ciencia que las ignora es una ciencia incompleta.

La epistemología feminista ha demostrado que el conocimiento no surge en un vacío. Todo saber se produce desde sesgos de género, raza, clase social, contexto, con intereses, valores y relaciones de poder que influyen en lo que se investiga, en las preguntas que se hacen y en las respuestas que se consideran válidas. Por eso, cuestionar la “neutralidad” científica no significa rechazar la ciencia, sino visibilizar que quienes la practican, históricamente hombres blancos, occidentales,  han definido los límites de lo que cuenta como conocimiento y lo que no. 

Desde esta perspectiva, el género no solo atraviesa las experiencias humanas, sino también las estructuras que organizan la producción de conocimiento. Las epistemólogas feministas han mostrado que lo que la ciencia considera “universal” suele ser, en realidad, una experiencia masculina presentada como norma. Este sesgo ha excluido otras formas de conocimiento, especialmente las producidas por mujeres, personas racializadas y comunidades relegadas y marginadas, y ha consolidado una jerarquía donde unas voces se escuchan y otras se silencian.

Incorporar una mirada feminista en la ciencia no es un gesto simbólico: es una manera de democratizar el conocimiento. Significa reconocer que los intereses y valores también forman parte de la investigación, y que toda práctica científica implica relaciones de poder. Cuestionar esas relaciones abre la posibilidad de construir una ciencia más inclusiva, capaz de responder a las necesidades reales de todos los cuerpos, no solo de aquellos que históricamente han sido tomados como medida de lo humano.

Referencias

Ariza Andraca, Raúl. 2016. “La visión de género en medicina: el caso de las mujeres” en Revista Acta Médica Grupo Ángeles, vol.14, num.4, pp.193-195

Hospital George Washington. (2025). Heart attack symptoms: What´s different for Men and Women. George Washington University Hospital. https://gwhospital.com/about/blog/heart-attack-symptoms-whats-different-men-and-women/

Moalem, Sharon. 2021. The Better Half: on the Genetic Superiority of Women, Estados Unidos, Penguin

Natalia Godínez

Internacionalista e investigadora con experiencia y conocimiento en género, derechos humanos y migración.

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