Día Internacional de la Reducción de Daños - Una mirada más humana al consumo de drogas

Cada 7 de mayo, organizaciones y activistas encargados de transformar la forma en la que se aborda el uso de sustancias, conmemoran el Día Internacional de la Reducción de Daños. En este día se busca visibilizar un enfoque de salud pública centrado en el bienestar, la dignidad y los derechos humanos de las personas que consumen drogas. 

La reducción de daños no busca eliminar el consumo, sino hacerlo más seguro, ya que el uso de sustancias ha sido, es y seguirá siendo parte de la humanidad. En lugar de criminalizar y castigar a quienes usan drogas, esta estrategia se enfoca en reducir los riesgos y consecuencias negativas asociadas al consumo, tales como la sobredosis, la transmisión de VIH y hepatitis C, la violencia y la exclusión social. Para ello, se busca implementar acciones como educación basada en evidencia, espacios de consumo supervisados, acceso a jeringas limpias, distribución de naloxona (medicamento que revierte sobredosis), análisis de sustancias para verificar su composición y detectar adulterantes, entre otras medidas.

En nuestra sociedad hay drogas que son legales como es el caso del alcohol y el tabaco. Aunque distintas entre sí, todas generan dependencia y tienen impactos en la salud. Sin embargo, su legalidad ha permitido que existan políticas de reducción de daños integradas a la vida cotidiana. Por ejemplo, existen campañas educativas sobre consumo responsable de alcohol, existen límites de edad para comprar alcohol y tabaco, se promueven espacios como Alcohólicos Anónimos, hay alcoholímetros para prevenir accidentes viales etc. 

Nuestra sociedad es consciente de que estas sustancias pueden ser dañinas, pero no se castiga automáticamente a quienes las consumen. Al contrario, se promueven entornos que buscan reducir sus efectos negativos. Ahora bien, ¿por qué no aplicamos esta lógica a otras drogas? ¿Por qué seguimos apostando por la prohibición total, el estigma y la persecución?

La “Guerra contra las drogas” ha estado presente durante décadas y es evidente que ha fracasado en su objetivo por erradicar el consumo. Más bien, ha generado más violencia, encarcelamientos masivos, estigmatización y un mercado ilegal peligroso. 

El artículo Prohibition: Not What You Think de la Harm Reduction Coalition Aotearoa argumenta que la “Guerra contra las drogas” nunca tuvo como objetivo principal reducir el consumo ni la oferta de sustancias ilícitas. En cambio, se diseñó como una herramienta política para reprimir a comunidades específicas. Lejos de eliminar las drogas, esta política ha generado una poderosa industria sostenida por intereses económicos y políticos. El artículo identifica 18 actores que se benefician de esta guerra y entre ellos destacan:

  • Bancos: se benefician del lavado de dinero proveniente del narcotráfico

  • Políticos: utilizan el discurso prohibicionista para ganar votos y desviar la atención de problemas estructurales como la desigualdad. 

  • Fuerzas del orden: obtienen más poder para detener, interrogar y controlar poblaciones vulnerables. 

  • Industria farmacéutica y de sustancias legales (alcohol y tabaco): protege su cuota de mercado al criminalizar otras drogas. 

  • Medios de comunicación: explotan narrativas sensacionalistas que refuerzan el miedo y el estigma. 

  • Sistema penitenciario: se nutre de un fuerte ingreso de personas criminalizadas por consumo o posesión. 

  • Carteles: aprovechan un mercado ilegal sumamente rentable y libre de impuestos. 

La negación y represión solo agrava los riesgos. Además, esta guerra no solo es ineficaz sino injusta ya que no afecta a todas las personas por igual. Comunidades racializadas, marginadas y empobrecidas se ven afectadas desproporcionadamente. Mientras algunas personas pueden consumir drogas en espacios “seguros” y con ciertos privilegios, otras son detenidas, encarceladas o asesinadas por las mismas acciones.

El género es un elemento que también se intersecciona con el uso de drogas. En una sociedad aún atravesada por roles de género, el consumo de sustancias por parte de mujeres es juzgado con más severidad. En las mujeres suele percibirse el uso de drogas como un fracaso moral, una irresponsabilidad, una amenaza a su rol de cuidadoras y esto tiene consecuencias gravísimas. Muchas mujeres se abstienen de pedir ayuda por miedo a ser criminalizadas, excluidas y señaladas. Esta desigualdad evidencia que no solo debemos cambiar el enfoque hacia las drogas, sino también hacerlo con una mirada interseccional que reconozca cómo se cruzan la pobreza, el género, la raza, la clase y otros ejes de opresión. 

La reducción de daños propone un cambio de paradigma: aceptar la realidad del consumo y trabajar con ella, no contra ella. Asimismo, nos invita como sociedad a entender que todas las personas merecen información, respeto y cuidado, sin importar la sustancia que consumen. Si ya sabemos que prohibir no resuelve, que criminalizar destruye vidas y que el castigo daña más que la droga en sí ¿por qué seguir por ese camino?

Implementar medidas que reduzcan los daños no es permisividad sino sensatez. Es reconocer que la salud pública se construye con información, acompañamiento y prevención. 

Referencias

Harm Reduction Coalition Aotearoa. (2024, 2 de mayo). Prohibition: Not What You Think. https://hrca.nz/news/prohibition-not-what-you-think

Harm Reduction International. (s.f.). ¿Qué es la reducción de daños?. https://hri.global/what-is-harm-reduction/spanish/


Natalia Godínez

Internacionalista e investigadora con enfoque en estudios de género. Tiene experiencia y conocimientos en derechos humanos y migración.

Busca aportar una mirada crítica y comprometida con la transformación social.

Anterior
Anterior

Niños sicarios: el reflejo de nuestra descomposición

Siguiente
Siguiente

Devorados en la oscuridad: la lógica del canibalismo en el crimen organizado